“Este viaje es un acto de resistencia y empoderamiento. Queremos desafiar las narrativas coloniales que siguen viendo la naturaleza como un objeto, no como parte de la vida misma”
En el corazón del Amazonas, una travesía histórica culmina en un mensaje poderoso: sin pueblos indígenas, no hay bosques; sin bosques, no hay futuro. Tras recorrer más de 3.000 kilómetros desde Francisco de Orellana, Ecuador, la Flotilla Amazónica Yaku Mama ha llegado a Belém para llevar las voces de los territorios a la COP30, el encuentro global más importante sobre cambio climático.
En entrevista con PRODU Sostenible, Leonardo Cerda, activista kichwa, fundador del Movimiento BILM (Black, Indigenous and Local Movements) y del colectivo Quipa, además de reciente ganador del Equatorial Prize de Naciones Unidas, afirmó que esta travesía es mucho más que un viaje simbólico: es un acto de justicia y de memoria.
“Este viaje es un acto de resistencia y empoderamiento. Queremos desafiar las narrativas coloniales que siguen viendo la naturaleza como un objeto, no como parte de la vida misma”, declaró Cerda.
La resistencia viaja por el agua
La flotilla partió desde el mismo punto donde, en 1541, Francisco de Orellana inició su expedición colonial por el Amazonas, un recorrido que abrió las puertas a siglos de saqueo. Hoy, Yaku Mama —“madre agua” en quechua— invierte el sentido de ese trayecto: busca devolverle voz y dignidad a los territorios.
A su paso, los participantes escucharon a comunidades del Yasuní, de la Amazonía peruana, de Leticia en Colombia y del norte brasileño. En cada parada, documentaron testimonios de violencia ambiental, desplazamiento, pérdida de biodiversidad y despojo territorial, pero también de sabiduría ancestral y estrategias vivas de conservación.
“La crisis climática no es un problema lejano: nosotros ya la estamos viviendo en nuestros territorios”, enfatizó el activista kichwa.

Demandas desde los territorios
En su conversación con PRODU Sostenible, Cerda detalló que la flotilla no llega a observar, sino a exigir. Las demandas que llevan a Belém buscan transformar la manera en que el mundo entiende la justicia climática:
Reconocer y garantizar los derechos territoriales de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales como estrategia esencial de mitigación y adaptación.
Detener la expansión del extractivismo y de los combustibles fósiles en la Amazonía. “La transición energética no puede repetirse en territorios ya violentados”, advirtió Cerda.

Establecer mecanismos de financiamiento directo y sin intermediarios hacia las comunidades que cuidan los bosques. Actualmente, más del 76 % de los fondos climáticos se queda en manos de organismos internacionales y burocracias.
Asegurar la participación plena y vinculante de los pueblos indígenas en las mesas de negociación de la COP30.
Impulsar bioeconomías y economías comunales que fortalezcan la vida en los territorios y eviten los desplazamientos forzados.
“No somos zonas de sacrificio. La conservación no puede hacerse sin nosotros”, sostuvo Cerda.
Una Amazonía que sostiene al planeta
El mensaje de Yaku Mama también interpela a las ciudades, a las industrias y a quienes toman decisiones lejos del bosque: el agua, el clima y la vida de millones dependen de los ecosistemas que los pueblos indígenas han protegido por siglos.
“Vivimos de un ambiente sano, no del petróleo ni del dinero. El agua que beben las ciudades viene de los ríos que cuidamos. Si desaparece la Amazonía, desaparece el equilibrio del mundo”, señaló Cerda en entrevista.
La ruta fluvial se convirtió en un manifiesto visual y político que enlaza los Andes, la Amazonía y el Atlántico en una sola demanda: defender la tierra es defender la vida.
COP30: la hora de escuchar
Al llegar a Belém, los integrantes de la Flotilla Amazónica presentarán sus observaciones, propuestas y proyectos ante la comisión organizadora de la COP30. Piden que las resoluciones de esta cumbre reconozcan la protección de los territorios indígenas como una estrategia climática global, no como un tema cultural secundario.
“Sin la realidad de los territorios, no hay justicia climática. Lo que está pasando no ocurre en Nueva York ni en Londres, ocurre aquí, en los ecosistemas que sostienen la vida”, subrayó Cerda.
El llamado
La llegada de la Flotilla Yaku Mama a Belém no es solo el cierre de un recorrido, sino el inicio de una nueva conversación: la del reconocimiento de quienes, desde el agua y la tierra, sostienen el equilibrio del planeta.
Mientras los líderes del mundo negocian compromisos, los pueblos indígenas ya están actuando. Su presencia en la COP30 recuerda que no hay transición justa sin territorio, ni futuro sin quienes lo protegen.