El género fantástico y el terror son un magnífico mecanismo para hablar de muchos problemas a los que nos enfrentamos individualmente y como sociedad. Los monstruos, espíritus o fantasmas se convierten en alegorías o metáforas que evocan diferentes cuestiones para las audiencias.
Por qué tenemos miedo a lo monstruoso
En esta segunda entrega de Pregunta a ODA, aprovechando la cercanía de Halloween, queremos hablar de la relación entre el cine de terror y la diversidad, porque es mucho más estrecha de lo que pueda parecer a simple vista.
Si te paras a pensarlo, hay muchos personajes LGBTIQA+ y con discapacidad en las películas de miedo. Lo único es que normalmente no se encuentran en los papeles centrales, ya que sus roles suelen ser de antagonistas.
Las personas LGBTIQA+ son malvadas
Muchos de los villanos más icónicos tienen una codificación heredada del código Hays (¡como comentábamos en la anterior entrega!) que hace que por su vestimenta, por sus gustos o por sus manierismos se lean como pertenecientes al colectivo.
Por hablar de identidades concretas, en el terror es habitual encontrar monstruos, que se utilizan para hablar de forma codificada sobre el deseo y la bisexualidad, presente a través de metáforas en películas como La novia de Frankenstein o La hija de Drácula, pero también en casos más recientes como Jennifer’s Body, trabajo que precisamente ha sido reivindicada por las mujeres queer.
Mientras, las identidades trans han aparecido también de forma codificada y asociada a lo villanesco. Norman Bates de Psicosis y Buffalo Bill de El silencio de los corderos seguramente sean los ejemplos más conocidos. La manera de construir a ambos
personajes bebe de muchos clichés relacionados con la imagen social tan negativa que se tenía de las mujeres trans.
El terror de la discapacidad
Del mismo modo, otros personajes clásicos del terror presentan discapacidades, normalmente mentales o desfiguraciones faciales, que han condicionado su existencia. Lo vemos en Jason Voorhees de Viernes 13, que tenía hidrocefalia, y en Leatherface de La matanza de Texas, con una discapacidad mental, pero también en casos recientes como Múltiple, donde el trastorno del personaje central y villano del filme son el motor de la trama.
De hecho, la monstruosidad del terror, lo grotesco y la deformidad están muy presentes en este género, tanto como herencia de la literatura victoriana como con entidad propia en el cine de terror. Así, el body horror es otra herramienta que sirve para hablar de inquietudes sociales, como demuestran la obra de Cronenberg o la exitosa La sustancia de Coralie Fargeat.
Pese a todo, se siguen enmarcando perfiles concretos dentro de los márgenes. De esta manera, la perversidad y la maldad se han asociado directamente a las personas LGBTIQA+ y con discapacidad, que raramente aparecen en el foco como héroes de las historias en las que salen. Mientras, otras realidades han quedado ancladas a otros
estereotipos igualmente nocivos. Por ejemplo, el personaje racializado de las películas de terror, sobre todo cuando es un slasher, suele ser el primero en morir.
Un refugio en el cine fantástico
El género fantástico y el terror son un magnífico mecanismo para hablar de muchos problemas a los que nos enfrentamos individualmente y como sociedad. Los monstruos, espíritus o fantasmas se convierten en alegorías o metáforas que evocan diferentes cuestiones para las audiencias.
Por ello, también han sido el refugio de muchas disidencias. Por ejemplo, la película de 1932 La parada de los monstruos es un ejemplo clásico del trato de la otredad reflejada en el cine. En su libro Scream Queer, que desde aquí os recomendamos, Javier Parra habla de cómo la codificación es fundamental en muchas películas que no podían ser abiertamente LGBTIQA+ aunque esa fuera la intención, como Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy, que además salió en pleno auge de la pandemia de SIDA.
Por eso, aunque muchas de estas representaciones están muy marcadas por estereotipos, este género ha sido tradicionalmente muy apreciado por estas realidades, que se sentían identificadas con lo monstruoso y esos márgenes tan presentes en el terror. Un gran representante de esta apropiación por parte del colectivo queer es precisamente The Rocky Horror Picture Show, el irreverente musical que este año celebra su 50º aniversario.
De ahí, que en esta spooky season, te animamos a que te fijes a partir de ahora en las películas de terror que veas, para comprender los estereotipos que están tan presentes en ellas, y también cómo han empezado a subvertirse (algunos ejemplos interesantes recientes son I Saw the TV Glow o Bodies Bodies Bodies), pues desde estos márgenes y aprovechando el marco de lo fantástico, es posible construir historias complejas, interesantes y aterradoras con personajes diversos.
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