Prosperidad compartida: el nuevo horizonte para las ciudades latinoamericanas

En un contexto de urbanización acelerada, desigualdades crecientes y crisis climática, líderes de gobierno, iniciativa privada y organismos internacionales coincidieron en el Smart City Expo Latam Congress en que la prosperidad no puede medirse solo en crecimiento económico, sino en cómo ese crecimiento se distribuye, se vive y se comparte. Durante el panel “Prosperidad compartida: Un modelo productivo que fortalezca la inclusión”, expertos de América Latina y Europa discutieron estrategias concretas para transformar a las ciudades en motores de desarrollo equitativo y sostenible.

Las ciudades, epicentro de los desafíos… y de las soluciones

Octavio Mendoza, analista del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), abrió el panel recordando que “hoy más del 58% de la población mundial vive en ciudades, y para 2050 será el 68%”. Este crecimiento urbano plantea retos críticos: informalidad, desigualdad, crisis de vivienda, contaminación, inseguridad y falta de infraestructura básica.

“En América Latina, 8 de cada 10 personas viven en zonas urbanas y el 25% de esa población en países como Argentina o Panamá habita en asentamientos informales”, detalló Mendoza. Frente a esta realidad, el PNUD impulsa soluciones innovadoras urbanas que incorporan tecnologías emergentes —desde blockchain hasta imágenes ambientales—, pero siempre “poniendo a las personas en el centro”, enfatizó.

Tecnología con equidad, no más brechas

José Caballero, economista senior del IMD World Competitiveness Center, alertó que los modelos de ciudad inteligente mal diseñados pueden exacerbar las desigualdades. “Si se prioriza la innovación sin considerar la inclusión, se corre el riesgo de incrementar la exclusión social y económica”, advirtió. Caballero destacó que las tecnologías inteligentes hoy favorecen desproporcionadamente a las zonas urbanas ricas y que solo el 9.7% de los encuestados en 13 ciudades latinoamericanas considera importante la inclusión y movilidad social.

“El 75% de la población en esas ciudades señala que su principal preocupación es la seguridad”, señaló, subrayando que los beneficios de las tecnologías aún no llegan a todas las comunidades. Medellín, Santiago y Ciudad de México aparecen en los últimos lugares del índice de ciudades inteligentes del IMD, lo que evidencia el rezago de la región.

El papel del sector privado: responsabilidad

Beatriz Camacho, presidenta de COPARMEX Puebla, fue contundente: “La prosperidad compartida no es una utopía, pero sí requiere responsabilidad”. Criticó que muchos actores, tanto públicos como privados, delegan la solución de la pobreza al Estado sin asumir su parte. “Las empresas tenemos una oportunidad de oro: ahí transitan las personas. Si no invertimos en capacitación, si no apostamos por el desarrollo humano, difícilmente transformaremos nuestro entorno”.

En México, solo el 6% de las empresas invierte en capacitación, una cifra que, para Camacho, evidencia una falta de visión. “Capacitar a un trabajador, aunque se vaya, hace más competitivo al país”, afirmó.

Gobernanza valiente, servidores públicos sin miedo

Desde Colombia, el alcalde de Soacha, Víctor Julián Sánchez Acosta, habló de la necesidad de entender la prosperidad desde la realidad de cada territorio. “No es lo mismo pensar en prosperidad en una ciudad capital que en una comunidad rural. Las necesidades mutan, cambian a diario”, sostuvo. También hizo un llamado a la valentía política: “En América Latina tenemos servidores públicos llenos de miedo, preocupados por no ser destruidos en redes sociales. Eso frena decisiones importantes”.

¿Cómo se construye la prosperidad compartida?

El panel dejó claro que la prosperidad compartida no se trata de un ideal, sino de una necesidad urgente para construir ciudades resilientes, equitativas e inclusivas. Para ello se requiere:

  • Alianzas público-privadas sólidas y comprometidas.

  • Tecnologías accesibles, enfocadas en reducir brechas y no aumentarlas.

  • Gobiernos locales con confianza en la ciudadanía y decisiones centradas en las personas.

  • Participación activa de comunidades vulnerables en los modelos de gobernanza.

  • Empresas comprometidas con la capacitación, la inclusión y el desarrollo humano.

Desde experiencias en México, Colombia, Brasil y Perú, los participantes coincidieron en que es momento de pensar diferente, dejar atrás los enfoques asistencialistas y apostar por modelos productivos donde nadie se quede atrás. Como dijo Octavio Mendoza: “Convertir los desafíos en oportunidades solo es posible si innovamos, pero sin olvidar que en el centro de todo están las personas”.

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