
- El programa Mi Taxi Colectivo Eléctrico de Chile impulsa el recambio de vehículos de combustión por eléctricos con cofinanciamiento, pero su verdadero valor está en el impacto territorial: genera talleres especializados, seguros adaptados e infraestructura de carga, democratizando la movilidad sostenible en comunidades.
Democratizar la electromovilidad
En Chile, la transición hacia la movilidad sostenible tiene un rostro comunitario. El programa Mi Taxi Colectivo Eléctrico, liderado por la Agencia de Sostenibilidad Energética, no sólo financia el reemplazo de vehículos tradicionales por eléctricos, sino que instala un ecosistema completo a nivel local.
“La electromovilidad no es sólo autos: cada taxi eléctrico dinamiza un ecosistema local de talleres, seguros e infraestructura”, afirma Rosa Riquelme, Directora Ejecutiva de la Agencia.
El esquema funciona con un cofinanciamiento que cubre la diferencia entre un auto convencional (13 millones de pesos chilenos) y uno eléctrico (26 millones de pesos). Así, los conductores pagan lo mismo que si adquirieran un vehículo a combustión, mientras el programa aporta el restante.
Un modelo que transforma el mercado
La iniciativa no sólo beneficia a los choferes. Al desplegarse en una comuna, activa servicios complementarios: capacitaciones para mecánicos eléctricos, aseguradoras que adaptan sus pólizas, instaladores de cargadores y hasta importadores que compiten por traer modelos más accesibles.
“Con este programa mostramos a las automotrices que había demanda real en el segmento de taxis colectivos, y logramos precios récord de hasta 15 millones de pesos en autos eléctricos, lo que antes parecía imposible”, detalla Riquelme.
Los usuarios también lo celebran: los viajes son silenciosos, más confortables y mejor valorados por los pasajeros. “Incluso hemos recibido comentarios anecdóticos de que los niños se portan mejor en un taxi eléctrico”, comparte con humor la directora.
Energía limpia y matriz renovable
El impulso a la movilidad eléctrica está respaldado por una transición energética más amplia. Chile tiene meses en que más del 90% de su generación eléctrica proviene de fuentes fotovoltaicas, y avanza hacia una matriz 100% limpia antes de 2030.
Sin embargo, Riquelme reconoce que no todo puede electrificarse de inmediato. “El transporte de carga y la aviación seguirán necesitando combustibles. Por eso exploramos alternativas como el hidrógeno verde y los combustibles sostenibles de aviación (SAF). Esta semana se produjo el primer litro de SAF a partir de plástico reciclado en Chile” destaca.
Lo local como motor de cambio
La directora subraya que el éxito del programa radica en mirar la energía desde el territorio, como ocurre con Comuna Energética, otra iniciativa que ya involucra a más de 130 municipios en Chile.
“Los alcaldes descubren que la energía es un espacio donde pueden dejar un legado a su comunidad, desde techos solares en edificios públicos hasta mejoras en calefacción y eficiencia”, explica.
Un mensaje para Latinoamérica
Riquelme asegura que este modelo puede replicarse en la región. “Una buena forma para que Latinoamérica pueda avanzar es mirar la energía a nivel local, entregar herramientas concretas a los líderes y hacerlo en colaboración. Sólo este camino es muy difícil de recorrer, pero juntos podemos acelerar los cambios”, concluye.
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