Rosa Riquelme, directora ejecutiva de la Agencia de Sostenibilidad Energética de Chile, presentó modelos innovadores de integración de energías renovables en entornos urbanos, apostando por la generación distribuida, la gobernanza local y el involucramiento activo de la ciudadanía. Las ciudades son, a la vez, epicentro de consumo energético y espacios donde urge una transformación profunda del modelo energético.
“El foco principal estuvo en mostrar experiencias que permiten la generación de energía en la ciudad, desde lo individual hasta lo colectivo”, señaló Riquelme. Destacó el uso de sistemas fotovoltaicos individuales, instalados por personas en sus propios hogares, pero también una alternativa especialmente relevante en zonas densamente pobladas: las comunidades energéticas.
Estas comunidades permiten generar energía desde terrenos o techos compartidos —como edificios públicos o instalaciones municipales— que luego se redistribuye a los habitantes, traduciéndose en ahorros directos en sus cuentas eléctricas. “No necesariamente tienes que tener el sistema en tu propia casa para beneficiarte de la energía solar”, explicó.
Además, presentó la estrategia de “comunas energéticas”, una iniciativa de gobernanza local que busca empoderar a los municipios para que lideren proyectos energéticos sostenibles desde sus territorios. “Creemos que esta es la forma de avanzar: combinar la propiedad colectiva con la gobernanza local para incorporar a las personas al mercado energético desde una mirada ciudadana y justa”, afirmó.
Rentabilidad y justicia energética
Uno de los principales retos que enfrentan las ciudades al adoptar energía renovable ha sido la percepción de que esta solo es viable en zonas rurales. Sin embargo, Riquelme desmontó ese mito: “En Chile, las tarifas eléctricas han subido tanto que hoy, los sistemas fotovoltaicos urbanos son más rentables que nunca”.
Desde la política pública, agregó, el enfoque ha cambiado: más que entregar subsidios monetarios para pagar cuentas de luz, se están financiando soluciones estructurales que brindan estabilidad energética a largo plazo. “Es una inversión con retorno fiscal: reduces la presión del gasto público y das seguridad a las familias”.
La iniciativa también ha tenido eco en el sector privado. “Muchos de estos proyectos son financiados por privados porque se recuperan en muy corto plazo. Es un modelo donde todos ganan: las personas, los municipios, el gobierno y el planeta”, aseguró.
Más allá del consumo: autonomía y resiliencia
Uno de los mensajes más poderosos de la presentación fue que la transición energética urbana no solo se trata de eficiencia o descarbonización, sino también de autonomía y resiliencia ciudadana. “La gracia de estos modelos es que te permiten ser autónomo. Te protegen de las alzas en los precios de la electricidad y, al mismo tiempo, contribuyes a mitigar el cambio climático”.
Rosa Riquelme dejó claro que las ciudades pueden ser protagonistas de la transición energética, si se combinan políticas públicas inteligentes, tecnología accesible y participación activa de las comunidades. La energía del futuro no solo será limpia, también será democrática.